Doc tips: hábitos alimentarios saludables en la infancia

Hoy nos aconseja la Lic. María Laura Bécares: "Somos lo que comemos, y en función de lo que comamos hoy, seremos en el futuro".

Una alimentación equilibrada, variada, suficiente y completa en los primeros años de la vida se traducirá en una estructura ósea bien desarrollada, un peso corporal adecuado, una expresión mental alerta y despierta, pelo y piel brillantes, buen apetito, hábitos de sueño saludables, resistencia a la fatiga, tránsito intestinal regular y buen humor, entre otras resultantes positivas. Para que esto sea posible, es necesario comenzar desde edades bien tempranas; desde la construcción de los cimientos pues “somos lo que comemos”, y en función de lo que comamos hoy, seremos en el futuro.

Es en la primera infancia y la adolescencia cuando conocemos el mundo. Es el momento de la vida en que estamos más porosos, curiosos, abiertos y ávidos de conocimientos y experiencias. Es la etapa de formación de nuestra base de datos, de nuestros paradigmas, de nuestros modos y modales, de nuestro estilo de vida. Por todo esto, es la etapa fundamental para presentarles y enseñarles a nuestros niños, buenas conductas y hábitos alimentarios que serán los que les permitan manifestar al 100 % su potencial genético y desarrollar una vida saludable.

Aquí van entonces algunos consejos coyunturales a lo alimentario-nutricional pero no menos importantes para la construcción de hábitos saludables:

  • Planifica el menú semanal y las meriendas escolares. Cuando las comidas han sido planeadas con anticipación, por lo general resultan más saludables. Cuando improvisamos, en cambio, recurrimos a lo rápido que en general no es demasiado nutritivo ni equilibrado, a la comida que llamamos chatarra o al “práctico” delivery (que resulta “remedio” y enfermedad a la vez si sostenemos estas elecciones en el largo plazo)
  • Procura fijar horarios regulares para las comidas. En general cuando comemos todos los días a diferentes horarios, tendemos al picoteo desordenado, de poca calidad e hipercalórico. En cambio, si nos ordenamos también nuestro apetito y ansiedad lo harán y así, podremos hacer elecciones más conscientes, prudentes y saludables. Entre una colación o comida y la siguiente, se recomienda intentar dejar un lapso de tiempo de entre 2 a 4 horas.
  • Organiza de tal manera que la familia comparta por lo menos una comida al día. Si  resulta muy difícil reunir a todos para el almuerzo o cena, intenta reunirlos, por ejemplo, para el desayuno. O bien, procura designar una noche por semana como “la noche de cena en familia.” Reunirnos nos nutre.
  • Quien cocina determina el “qué” se come, el niño determina el “cuánto”. No fuerces a tu hijo a comer todo lo que haya en su plato. Existen niños con buen apetito, con curiosidad por probar alimentos nuevos. En cambio otros pueden ser inapetentes, perezosos o desinteresados por la comida. Esto puede suceder por las diferentes etapas en el crecimiento y desarrollo en las que van variando las demandas de energía y nutrientes, por la actividad física que practiquen, o por la búsqueda de poder y dominio de la situación. Los chicos ven que sus padres están en general muy pendientes y preocupados porque coman determinados alimentos o cantidades, y por eso “usan” dicho momento para captar la mirada y atención de los mayores. No lo presiones, no te enojes, no generes expectativas respecto a la respuesta del niño. Procura respetar su apetito, siempre que a juicio del pediatra el crecimiento y el desarrollo se encuentren dentro de parámetros de normalidad y salud.
  • Determina objetivos diarios, semanales, pequeños, comprobables, y por sobre todas las cosas se paciente. Si llevas a cabo los cambios hacia una alimentación y una vida saludable paso a paso y te fijas objetivos realistas, es muy posible que tengas éxito. Recuerda, los cambios llevan tiempo. Un hábito para incorporarse puede tardar largos meses de intentarlo. Hay etapas en las que los chicos presentan Neofobia (fobia a nuevos sabores, texturas y alimentos). Un alimento o preparación nueva puede necesitar hasta 20 veces de exposición hasta quizás ser aceptado por el niño. La respuesta es la insistencia amable, paciente y sostenida de parte de los cuidadores. Probar ofrecerles lo nuevo inmediatamente al sentarse a la mesa (cuando el hambre domina la elección) puede ser buena opción, o bien mezclarlo con aquella preparación que más les gusta puede resultar favorable también.

No existe fórmula perfecta para el cambio. Somos sistemas bio-psico-sociales complejos y en interacción continua con el medio que nos rodea. Para nuestros mecanismos de supervivencia primitivos, cambiar supone una potencial amenaza, un equilibrio que se puede alterar para lo cual de buenas a primeras opone resistencia.

Por lo tanto y contemplando todas las aristas que nos constituyen, lograr cambios se deberá apoyar en una decisión clara, una voluntad/deseo; que a la vez tendrá que estar sostenido por intentos repetidos, renovados y por supuesto de la mano fundamental de expectativas realistas. Entonces allí y solo allí podremos decir que querer es –eventualmente, con trabajo y esfuerzo, poder.

María Laura Bécares. Licenciada en Nutrición. Egresada en 2004 de la Universidad del Centro Educativo Latinoamericano. Prestadora activa de Económicas Salud.

Email: mbecares@yahoo.com

IG: lic_marialaurabecares

FBK y Google: Nutricionista Maria Laura Bécares

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